Las enciclopedias no son aburridas, y en Sufridores lo sabemos desde hace años. Ya hemos hablado de aquella maravilla que salió a la venta con los Snorkels como reclamo, y los libros de ‘Lo que Yupi sabe’ para descubrir los entresijos del universo de la mano del extraterrestre naranja que con sus mundos sustituyó al Barrio Sésamo donde vivía Espinete.
Hablando de Espinete y Barrio Sésamo, hoy vamos a viajar hasta el año 1985 para hablar de ‘Pregúntale a Sésamo’, una enciclopedia destinada a los más pequeños de la casa donde Espinete, Don Pimpón y sus amigos de los Teleñecos explicaban a los niños cómo viven los animales, qué partes formaba un castillo o clásicos como qué es lejos y qué es cerca.
‘Pregúntale a Sésamo’ estaba formado por 25 tomos y fue publicado por Orbis Montera. El autor de esta delicia era Francisco Capdevila como dibujante (¿un primo perdido de Sergio Dalma quizá?) y los textos eran de Saro de la Iglesia y Javier Gómez Rea.
Cada libro incluía un índice que guardaba poco orden lógico, tanto dentro del libro como con el resto de la colección, y sus temas eran «¿por qué las flores huelen bien?», «¿solo los peces tienen escamas?» o «¿por qué tienen número las casas?», todo ello aderezado con manualidades y experimentos variopintos, como por ejemplo, el fabricarte una careta con una calabaza.
Misteriosamente, los que tienen un mayor protagonismo en el interior de los cuentos son Epi y Blas, quizá porque sean más fáciles de dibujar, o vaya usted a saber por qué. Así, les veíamos compartir rutinas en su casa (en la que había camas separadas, incluso en dormitorios diferentes), en el parque o en la biblioteca.
Incluso le veíamos hacer tareas domésticas, a modo de una precuela del anuncio de Asevi Mío.
Y hasta coqueteaban con el transformismo, si se terciaba.
E intentaban hacer de los niños unos pequeños Eva Nasarre con ejercicios sencillos que se podían hacer en casa.
En el lado divulgativo, ‘Pregúntale a Sésamo’ trasladaba a los críos tanto a otros puntos del mundo ya sea en la tierra o en las profundidades del mar, para explicar cómo viven algunos peces.
Incluso había viajes al pasado, como en las películas de Michael J. Fox, para explicar cómo se vivía antaño, una de las épocas histórica favorita de Rachel de ‘Friends‘.
Y conocíamos la naturaleza de primera mano, pues explicaban cómo viven los animales en la selva o en el campo, por qué las aves tienen picos diferentes o cuánto tarda en nacer un champiñón.
A pesar de que hace 30 años de que salió al mercado, la verdad es que la obra sigue teniendo bastante vigencia en prácticamente todos los temas. Si acaso, lo que ya no tiene mucho sentido es el capítulo dedicado a por qué enviamos telegramas. A día de hoy sería por qué nos escribimos whatsapps o algo así.
En cada tomo se indican un montón de experimentos y manualidades que se pueden hacer en casa para poner en práctica lo aprendido. Aunque a veces se pedían cosas que un niño no podía hacer solo, como por ejemplo, picar en trocitos muy pequeños una hoja de lombarda y hervirla para tener agua teñida de morado.
A día de hoy puede que también algún experimento pudiese provocar controversia, por ejemplo, cuando explican cómo hacerte una pipa y «fumar» haciendo burbujas de amor, como José Luis Guerra.
Otros experimentos dan morriña, como este en el que aparece una moneda de cinco duros de las de antes.
Y para los niños a los que le gustan hacer experimentos relacionados con la obesidad, incluso explicaban cómo hacer palomitas sin microondas. Admito que no lo he probado, pero dudo mucho que salga bien.
Hasta te decían cómo hacerte tu propio reloj solar o un termómetro doméstico. Las típicas manualidades que son un poquito follón y que jamás acababas haciendo, a pesar de que en todos estos libros y otros como los de los Jóvenes Castores te incitasen a hacerlas página sí, página también.
A día de hoy esta enciclopedia es una rara avis, pues otras como la de Ábrete Sésamo sí que es más fácil de localizar. De hecho, en Todocolección piden la friolera de 100 euros por los 25 tomos. Si te criaste con este ‘Pregúntale a Sésamo’ y no tienes esa pasta, pues oye, escríbeme e igul te dejo la mía por menos de la mitad de lo que piden por ahí y de paso hago algo de sitio en casa. Que uno vuelve a estar en paro y lo mismo tengo que acabar montando un mercadillo de Sufridores o algo así.