Tristón y Pippín, los perros depresivos de los anuncios de los 80

“Vuelve el perro arrepentido
Con sus miradas tan tiernas
Con el hocico partido
Con el rabo entre las piernas”.

Así decía el poema ‘El perro arrepentido’, el cual le encantaba recitar al Chavo del Ocho en su serie homónima cada vez que había una fiesta de la Buena Vecindad. Una historia muy triste de un chucho apaleado que regresa posiblemente a su casa, aunque nadie supo jamás de lo que se arrepintió, quizá de marcharse sin razón, como Loles León en ‘Aquí no hay quien viva’. Un poemita que era más largo, mucho, y que nunca dejaban declamar entero al Chavo, en parte porque consistía en repetir el mismo verso una y otra vez.

Y recuerdo al Perro Arrepentido porque hubo un tiempo en el que fue tendencia que un perro diese mucha lástima, especialmente en los anuncios de televisión, y con Tristón y Pippín de máximos exponentes.

“Le han dejado, no le quieren, pobrecito qué va a hacer. Busca a alguien que lo cuide y lo pueda comprender; Tristón sólo quiere un amiguito, un hogar y mucho amor». Así decía el famoso anuncio del perro Tristón, un can de peluche con carita de pasarlo peor que Terelu y que fue muy popular a finales de los ochenta.

Tristón salió a la venta en varios colores como las Rupertitas de la suerte, e incluso géneros, porque también había perras Tristonas, y ya fuese macho o hembra, el peluche venía en una caja de cartón que hacía las veces de caseta para el perro. Cierto es que Tristón invitaba a los niños a darle amor, pero también un poco a la depresión, con su historia de mascota desterrada por parte de un cocinero cruel y villano.

¿Te ha dado pena el perrito Tristón? Pues coge los pañuelos, que vamos a recordar al perrito Pippín, que conocimos en 1988 (casi a la par que veíamos los anuncios de Tristón). Pipín era la mascota de un niño que vivía comido por la televisión, y el perro, que era una pocholada, no dejaba de hacer monerías para reclamar la atención de su dueño. Había dos versiones, una en la que el animal le daba al chico la correa para lo pasease, le sacaba un barquito para jugar, le daba un balón de fútbol y hasta montaba en patinete y otra en la que Pippin se hartaba y hacía las maletas para no volver.

El mensaje de estos anuncios, producidos desde TVE, era sencillo: apaga la televisión, chiquillo, que te vas a quedar ciego. Anda y saca a tu perro, que la casa ya huele a pis. Bueno, en realidad, la campaña se llamaba «Aprenda a ver la televisión», pero el mensaje es el que he dicho antes. Un par de spots que ganaron el Gran Premio de la 36ª edición del Festival de Cine Publicitario de Cannes, entre otros galardones. Hubo un tercer anuncio, emitido un par de meses después de los originales, ya en Navidad, y en la que descubríamos que Pippin tenía una nueva familia en la que sí le hacían caso y todo era chachi. Qué afortunada.

Encarnando al perro abandonado estaba Pippin, una perrita inglesa, que fue recogida de la calle y adiestrada convenientemente. Una perra que trabajó casi tanto como el español Cook (el Pancho de los anuncios y que también salía en ‘Aquí no hay quien viva’) y entre otras producciones estuvo en ‘Woof’, la serie en la que un niño se convertía en perro cuando se tocaba la nariz. Pippin fue un fenómeno que quedó plasmado en carpetas de la SuperPop, en pegatinas de la Teleindiscreta y pósters variados.

 


Redactor freelance. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Máster en Publicidad y Márketing.

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