Sherlock Holmes, menos mal que no te bautizaron como Perro Holmes

Sherlock Holmes es el único y genial, eso lo sabemos todos. Hace poquito, la mítica serie de animación japonesa inspirada -vagamente- en el personaje de Arthur Conan Doyle ha salido en DVD editada por 39 escalones, en un pack que recoge la serie completa -solo tiene 26 episodios, no es ‘Santa Bárbara’ ni nada parecido- y que además trae como regalo para coleccionistas varias postales del anime. Por si alguien se lo pregunta, la serie original se emitió entre 1984 y 1985, y en España se estrenó el 24 de enero de 1986 a las seis y media de la tarde, con el grupo Nins poniendo música a los créditos de entrada y salida.

Revisitando ‘Sherlock Holmes’, uno se da cuenta que del espíritu de los libros de Conan Doyle están los nombres de los protagonistas y el oficio de detective; el resto son licencias del creador, y no solo porque en vez de humanos los protagonistas sean animales antropomórficos, perros en su mayoría. Tanto chucho hay que en Reino Unido la serie se rebautizó como ‘Sherlock Hound’, sabueso Sherlock. Originalmente la serie se llamaría ‘Detective Sherlock’, pero aquí la bautizamos tal cual el personaje protagónico. Pero igual que tuvimos un Dartacán en vez de Dartañán, quién sabe si al que traducía los capítulos se le podía haber cruzado los cables y llamarlo Perro Holmes, o alguna cosa por el estilo.

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Así, la serie nos presenta un Sherlock introvertido pero sano, que no se metía rayas de cocaína como puños como el personaje original. Y un doctor Watson -al que conoce en el primer episodio al subir en un barco- soltero y sin compromiso, con el que incluso en cierta medida compite por el amor del ama de llaves, la señora Hudson, que va tan a lo suyo que no le hace caso a ninguno de los dos. Aquí no hay Irene Adler que vuelva loco a Holmes, ni una novia formal de Watson a la que Holmes ponga a parir sin venir a cuento.

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¿Gorka, Cabano y Ruth en Física o Química se inspiraron en Sherlock Holmes?

Como en ‘Scooby Doo’ o ‘Se ha escrito un crimen’, cada capítulo tiene un inicio, nudo y desenlace concreto. Salvo que aquí el malo no es el dueño del viejo parque de atracciones que se disfraza de fantasma o un empresario adinerado que mata a otro por la venta de unas tierras. Aquí casi siempre el malo es el Doctor Moriarty, personaje también cogido de los relatos de Conan Doyle, quien va acompañado por dos secuaces vestidos de hípster (aunque en algún capítulo incluso los vemos travestidos, lo cual conceptualmente es chachi: un perro macho antropomórfico vestido de mujer).

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¿Hípster yo?

Según chiva la Wikipedia de Sherlock Holmes, hubo algún problema con el tema de derechos, hasta el punto de que varios capítulos se estrenaron en cine con la advertencia de que no tenía nada que ver con el personaje de Conan Doyle, y algunos nombres incluso fueron cambiados. Una creación original como el musical Nanny Poppins.

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Tras la serie -realizada en Japón pero con coproducción italiana- estaba el maestro Hayao Miyazaki, quien dirigió seis de los capítulos. Si uno conoce la filmografía del nipón, así como la de su factoría, el Studio Ghibli, notará la influencia de su mano en el diseño de la serie -y si no, te puedes ayudar en la comparativa con alguna guía en la mano, como ‘Mi vecino Miayazaki’, de Diabolo Ediciones, que va rumbo de lanzar su cuarta edición, y que admito haberme empapado para darme cuenta de esto-. Por ejemplo, la estética steampunk de Sherlock y títulos como ‘El castillo ambulante’ o ‘El castillo en el cielo’, película esta última por una niña llamada -que no apodada- Laputa. O esa magia que hace que de buenas a primeras un coche de la época victoriana se convierta en algo más que un híbrido, capaz de ir sobre carretera, sobre agua y hasta volar si hace falta.

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Es un nombre japonés, no una profesión

Y para los no iniciados, como servidor, en la animación japonesa, hay que reseñar que el citado Studio Ghibli tiene entre sus filas también a Isao Takahata, quien estaba detrás de series tan recordadas -y tristes- como ‘Marco’ o ‘Heidi’. Algo de lo que no cabe duda cuando uno ve su película ‘La tumba de las luciérnagas’, que como dice Álvaro López Martín en ‘Mi vecino Miyazaki’ (coescrito junto a Marta García Villar), cuando uno la ve no quiere repetir visionado de lo triste que es. Yo tuve la ocasión de pillarla en DVD hace unos meses, y ríete tú de las desgracias de Heidi o Marco; eso es nada cuando eres Seita, un joven adolescente que nada más empezar la película te dice el día que murió, y que en un flashback te cuenta cómo vivió la Segunda Guerra Mundial como adolescente que ve cómo su madre muere y literalmente se la comen los gusanos, y que tiene que hacerse cargo de  Setsuko, su hermana pequeña, una cría muy entrañable pero que desde primera hora tú sabes que no saldrá bien del conflicto bélico.

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Setsuko lo pasó mucho más canutas que Heidi

En este caso, ‘Mi vecino Miyazaki’ es un libro para quienes conozcan bien la obra del estudio, pues analiza al dedillo todos los títulos de esta factoría hasta ‘El viento se levanta’, algunos muy populares gracias al merchandising como ‘Mi vecino Totoro’, que salió casi a la vez que ‘La tumba de las luciérnagas’, o taquillazos reconocidos mundialmente como ‘La princesa Mononoke’ o ‘El viaje de Chihiro’. Como curiosidad, los mismos autores sacaron posteriormente una precuela del libro llamado ‘Antes de mi vecino Miyazaki‘, donde hablaban de ‘Heidi’, ‘Marco’, ‘Conan’, ‘Lupen’ o ‘Sherlock Holmes’, las series de los artífices de Ghibli que todos vinos en bucle gracias a TVE.


Redactor freelance. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Máster en Publicidad y Márketing.

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