Ahora mismo está de moda ser seriófilo, y tragarte de una tacada las seis temporadas de cualquier producción preferiblemente hecha en Reino Unido o los Estados Unidos. En los últimos días yo me he tragado casi en maratón ‘Pepa y Pepe’, que acaba de ser lanzada en DVD por 39 escalones, en una edición de cinco discos que trae la serie entera. Y es que pese a que muchos la recordemos muy bien fue una producción española que solo tuvo dos temporadas de 34 episodios (20 y 14) emitida por TVE íntegramente en 1995, entre enero y diciembre. Una sitcom clásica, de solo 25 minutos de duración en la que no hay risas enlatadas, por lo que tú sueltas la carcajada cuando quieres, algo muy de agradecer.
‘Pepa y Pepe’ fue comparada con ‘Rosanne’ y trataba de la vida de una familia de clase media con problemas para llegar a fin de mes. Pepa (Verónica Forqué) es una mujer que trabaja en un bar de comida mejicana, el Tex Mex Sausalito, pero en el que visten como jugadores de béisbol -aunque en el primer episodio era limpiadora-; Pepe (Tito Valverde) pinta muñecas y tiene una tienda de animales; María (María Adánez) es la hija mayor y sueña con ser actriz y modelo; Clara (Silvia Abascal) es la hija mediana y es una inconformista, amante de Nirvana y Radiohead y de los cómics gores; y Jorge (Carlos Vilches) es el hijo pequeño, y casi no habla. La familia la remata la tía Julia (Isabel Ordaz), la mejor amiga de Pepa, una mujer que trabaja en el cine que es muy viaja y muy dispersa en sus pensamientos.
La serie podríamos catalogarla de realismo mágico, y es que en ella hay incluso una abdución alienígena, cuando los extraterrestres se llevan al personaje interpretado por Juan Echanove después de una cita con la tía Julia. Una serie políticamente incorrecta en la que todos fuman como prostitutas detenidas -hasta vemos fumar a Pepa con María, cuyo personaje es menor de edad-, en la que los problemas de debaten bebiendo whisky o vodka a palo seco (también María bebe para olvidar a sus novios en presencia de su madre) y en la que el personaje de Verónica Forqué siempre viste de morado (o casi siempre, aunque justo en la portada del DVD sale de gris). Aquí van algunos ejemplos.
Trama, trama, hay poca, pero es parte de su gracia. La gracia reina en las escenas plagadas de realidad en la que hay diálogos imposibles, con una familia que suele comer croquetas con guisantes y a la que le cuesta sentarse a comer alrededor de la mesa, porque prefieren hacerlo delante de la televisión viendo películas de llorar, u otras imposibles como una sobre un besugo asesino.
Para los amantes de lo retro, lo que más mola son las escenas en los desayunos, los supermercados -con mucho emplazamiento publicitario- y en el Telepizza en el que trabajaba María, que te hace recordar esos envases de Coca-Cola o de ColaCao que ya no se ven. Y es que en ‘Pepa y Pepe’ había emplazamiento publicitario para aburrir, hasta el punto de ganar un viaje a Eurodisney con los cupones del detergente -aunque luego se rellena la trama con imágenes de archivo del parque de atracciones de Madrid, creo-.
En ‘Pepa y Pepe’ hay mucho tema social, como el peligro del alcohol en los jóvenes. Pero lo hacen a su manera, y Pepe para que su hija María aprenda la lección le pega y le tira una botella de vodka por lo alto de la cabeza a la fuerza mientras la niña llora borracha. Incluso hay un episodio en el que Ángel de Andrés López hace del hermano de Pepe, un hombre hecho y derecho con mujer e hijos que decide salir del armario, pues está harto de su doble vida con esposa infiel por un lado y amante masculino por otro. Algo que en su casa se explican como que el tío Rafa «se ha hecho maricón», y que incluso le vale para que su anciano padre le cruce la cara por manflorita. La que mejor se lo toma, claro, es Pepa, que tiene una peluquera lesbiana y un exnovio de juventud gay. De hecho a Pepe le vemos rasgarse las vestiduras cuando Pepa, para darle normalidad, le pregunta que cómo reaccionaría si su hijo «se hiciera» homosexual, y Pepa le pregunta a su marido si le acompañaría «a comprarse falditas», que es lo que hacen los varones homosexuales.
Pero esto se queda en nada comparado, por ejemplo, con el capítulo en la que Tito Valverde se traviste de Rita Barberá para camelarse al jefe de Pepa para que le mejoren las condiciones de trabajo. O cuando Clara tiene bicuriosidad hacia su profesora de música y llega a preguntarle a su madre si lo ha probado con otra mujer.
Por aquella serie pasó un gran elenco a modo de personajes episódicos, desde Luis Miguel Seguí -hace de mensajero en el primer episodio- a Emilio Aragón, que sin frase siquiera se presenta a una oferta de trabajo para ‘El zoo de Pepe’. Y así, Nathalie Seseña, Santiago Segura, Quique San Francisco, Enrique Simón o Roberto Enríquez, que en ‘Pepa y Pepe’ interpretaba a Pol, el novio de María que la traía por la calle de la amargura porque prefería salir con los colegas que con su chica. Hasta un joven Naim Thomas apareció por allí haciendo del hijo de un policía que se dedica a robar placas de coches.
El diseño de producción de ‘Pepa y Pepe’ es una maravilla. Es quizá la serie que mejor ha retratado un hogar, con cosas por medio siempre, paredes antiguas, dormitorios juveniles recargados de arriba abajo pero de manera realista, guantes de fregar platos mal cogidos en tuberías, rollos de papel de cocina casi acabados… Lo que hay en cualquier vivienda salvo cuando te pones a limpiar y ordenar como un descosido porque viene la suegra de visita. Una casa en la que quizá había pulgas, porque si hay algo que caracterizó al personaje de Pepa es que no dejaba de rascarse mientras hablaba todo el rato, ya fuese repasando la lección a su hija, llamando para decir que no iba a trabajar -porque mira que le gustaba inventarse trolas para no ir al curro- o por lo que correspondiese.
Además, a diferencia de otras producciones muy recordadas y mitificadas, como ‘Médico de familia‘ o ‘Farmacia de guardia‘, ‘Pepa y Pepe’ tiene un humor que todavía está vigente, posiblemente porque el que en una casa falte dinero es algo que nunca dejará de pasar. Además, el personaje de Pepa es maravilloso por lo manirrota que es, que hace y deshace la economía doméstica a su antojo, o se pone pesada para que se regale a las niñas una batería y una moto para Navidad pese a que casi están friendo los huevos con saliva. De hecho, en un arrebato, deja su trabajo porque a una compañera le gusta su jefe, y se justifica diciendo que la pobre lo pasaba muy mal porque su padre pegaba a su madre. Y se queda tan ancha. Igual que cuando dice que a su hija Clara le va muy bien tener novio porque solo le han quedado cinco, pues estar emparejada le hace estar más centrada.
Lo único que se le puede reprochar a la serie es el poco peso que le dan al hijo Jorge, que tiene tanto peso en las tramas como los cojines del sofá, que a veces alguien le pide a otro que le pase un cojín para estar más cómodo. Pues con Jorge, lo mismo. Lo llevan, lo traen, lo llaman para desayunar, y poco más. Quizá el mayor peso que tiene es cuando le regala a Clara un disco por su cumpleaños cuando todos se habían olvidado de ella. Y para eso tienen que pasar casi 20 capítulos desde que se inició ‘Pepa y Pepe’.
La serie funcionó bien en audiencia, y sabiamente supieron acabarla antes de que la trama hiciese aguas. Algo de agradecer, pues todos recordamos lo malas que fueron por ejemplo la última temporada de ‘Todos los hombres sois iguales‘ (en la que las tres novias de los protagonistas se quedaban embarazadas a la vez) o la de ‘Médico de familia’ (en la que Nacho era médico de urgencias y en la que los celos era el argumento más frecuente), por citar un par de ejemplos. Un final abierto, que finaliza como cualquier otro episodio, pero en el que en el plano final vemos decir a todos los actores adiós a cámara y lanzar serpentinas de Navidad. Para qué darme mayor dramatismo.