Yo fui un mariquita adolescente en los 90

Este fin de semana se celebra en Madrid los festejos por el Orgullo LGBT+, lo que antes se llamaba sencillamente Orgullo Gay y para que no quede una cosa homocisfalocentrista se ha añadido la L de lesbiana, la B de bisexuales, la T de transexuales y un + que integra al resto de población no cisgénero y/o heterosexual.  Un montón de letras que casi parece una partida de Scrabble en la que no te han salido vocales, pero que podría ser más largo y más complejo. Por ejemplo, en algunos puntos, al “colectivo gay” se le llama LGBTTTI, y, tomando aire, LGBTTTIQAH. Vaya, que solo falta añadir el símbolo de Batman para representar a todo el colectivo de los seres vivos. ¿O esa hache es de héroes y no de heterosexuales? Uf, vaya lío, que dirían las Objetivo Birmania.

"No puedo con las drags, son unas mamarrachas, han confundido circo con travestismo"
Miguel Bosé hizo de un travesti al que le gustaban las mujeres en ‘Tacones’

Si eres homo y varón y tienes entre los 30 y los 40, en tu juventud, allá por los noventa, no tendrías consciencia de que eras gay; por entonces creerías que eras mariquita, o en su defecto, maricón.  Y si eres chica, eso de lesbiana aún no se estilaba, pues despectivamente se empleaba tortillera; eso de bollera, o bollo, empezó a decirse después. En mi caso, yo la primera vez que oí “bollera” sabiendo lo que significaba fue en la película ‘Carrie 2’, un largometraje de gran calidad que aún conservo en VHS.

Otro cantar era las personas transexuales; los chicos FTM casi eran invisibles, y en el de las chicas solían ser llamadas travestís en el mejor de los casos. Como si fuesen hombres que visten de mujer, y no mujeres que sencillamente no se sienten identificadas con el género que se les asignó al nacer. Si a día de hoy aún se leen auténticas barbaridades en medios de comunicación a la hora de hablar de transexualidad (sin ir más lejos, el otro día en 20 minutos se referían a una mujer trans como un “presunto travesti”), en los 90 era aún más terrorífico. En el mejor de los casos, a las mujeres transexuales se les trataba en masculino (“El transexual Dana International gana Eurovisión”), y en el peor, con palabras como “travestón”, tal como llamaba Jesús Mariña en una crónica de la revista Época a Bibiana Fernández, quien por entonces, inicios de dicha década, se llamaba artísticamente Bibi Andersen.

Fanzine Chicas y Maricas
Emplazamiento publicidtario

En aquellos años, los referentes LGBTTTIQAH eran muy pocos. En televisión habíamos conocido a poco más que al jardinero de ‘Las Chicas de Oro’ y a aquel personaje de ‘Falcon Crest’ que al final acababa casado con una mujer. Porque el milagro era posible y podías acabar happymarried con una mujer.

Por norma general, en televisión, ser mariquita era motivo para que Arévalo hiciese chistes sobre tu persona, y si eras trans, para que en una trama televisiva se refiriesen a ti con tu nombre de nacimiento y te tratasen como a un bicho raro, como aquel Tío Mariano de ‘Farmacia de Guardia’, al que tuvieron que aprender a tratar en femenino. Y es que los referentes audiovisuales son algo básico; completamente en serio digo que, cuando por primera vez oí hablar de bares de ambiente pensaba que serían antros de lo peor en el que los hombres vestidos de cuero bailarían agarrados como en ‘La OstraAzul’ de ‘Loca academia de policía’, pero luego te das cuenta que no, que son terrazas y pubs al uso, solo que con gente como tú, y otra completamente diferente a ti con la que debes aprender a ser tolerante, pues recordemos que cada uno haga de su polla un pito y de su coño una zambomba.  Además, por si alguien se pregunta que por qué existen bares gays y si eso no es un gueto, solo hay que responder que existen del mismo modo que los hay para jubilados, o para gente al a que le gusta el flamenco. Si eres gótico, te gustaría ir a un bar donde hubiese otros góticos; pues lo mismo.

La Ostra Azul Loca Academia de Policia

Pero en lo que a personas anónimas sí que referencias había poquitas. Lo más parecido a tolerante era decir “pobrecito, que es maricón”. Cuando en ‘Quién sabe dónde’ se buscaba a gente, pocas veces pensaba la audiencia que si Pepito Ortega se fue a comprar tabaco y dejó a su mujer abandonada cual perro en gasolinera en unas vacaciones era porque no podía soportar una doble vida, tal como contaría años después Paco Lobatón. Gracias a talk shows como el de Ana García Lozano o ‘El Diario de Patricia’ ya empiezas a ver que no, que gente como tú hay hasta debajo de las piedras. Eso sí, lesbianas hay menos; la desigualdad y el machismo de la sociedad hace que la mujer sea invisible en muchos casos, y en estas esferas pasa lo mismo. Al fin y al cabo, parece que es más fácil identificar a un gay que a una mujer lesbiana; además, no hay tantos ejemplos públicos en los que fijarse.

Y es que en la vida pública noventera, ser homosexual era cosa de valientes, y por bandera solo lo llevaban algunos valientes a los que les resbala el qué dirán como Pedro Almodóvar, Paco Clavel o Boris Izaguirre. Cierto es que cuando tienes trece años y coleccionabas fotos de las Spice Girls justificándote de que están buenas en vez de decir que quieres tener el saber escénico de las cinco británicas, puede llegar a ser incómodo pensar que tú eres como ellos, porque parece que ser gay es sinónimo de ser locaza, y que tú no eres como ellos. Luego, cuando creces, y lees un poquito, te das cuenta de que tienes mucho que agradecer a todos esos pioneros que con su pluma innata demostraban que hay tantas formas de vivir la vida como pelucas tiene Encarnita Polo, y que tenían unos cojones como una catedral que para sí habríamos querido muchos en algunos momentos difíciles relacionados con la identidad sexual. En este sentido, me moló mucho la salida del armario de Patricia Yurena porque mandó al carajo el estereotipo de la lesbiana camionera, y me pareció un guantazo sin manos a otras Misses Españas lesbianas, que las hay, pero que ocultan su condición posiblemente pensando que los contratos bajarán, y que incluso acceden a hacer montajes con hombres a los que presentan como novio en la prensa.

1996_spice-girls
Las Barbra Streisand del futuro

Poco a poco, la ficción fue incluyendo personajes homosexuales con naturalidad en sus tramas, aunque en la mayoría de las veces como personajes episódicos, como aquella salida del armario del amigo de Kike en ‘Farmacia de Guardia’ y del que nunca más se volvió a hablar, y como personajes secundarios en el mejor, como el compañero de trabajo de Emilio Aragón en ‘Médico de familia’. Telecinco, que siempre fue la cadena más gayer, fue pionera en ese sentido cuando metió a los personajes de Clara y Santi en ‘Al salir de clase’, aunque con Clara la cagaron cuando ella se volvió hetero y justificó su lesbianismo con algo así como que era culpa de su padre porque abusaba de ella, si mal no recuerdo. Y también hay que mencionar ‘Más que amigos’, aquella réplica cañí de ‘Melrose Place’ con Paz Vega y en la que si en Estados Unidos tenían a un gay aquí tuvimos a dos lesbianas, interpretadas por Sol Abad y Leire Berrocal.  Luego vendrían otros personajes, como las lesbianas de ‘Hospital Central’, Marta de ‘Compañeros’ (aquel personaje secundario que primero se ligó al profesor de música y luego salió del armario), y un largo etcétera que capitaneaba Andrés Pajares y su ‘Tío Willy’. Y es que era irremediable que acabases memorizando cada personaje LGBT que vieses en cine o tele, así como, al principio, todo aquella persona fuera del armario que participase en un realitie. En ese sentido, recuerdo cuando aún estando en bachillerato me pareció lo más que Egoitz de ‘Supervivientes’ hablase de que él lo había probado con los hombres, y Alfredo, de ‘El Bus’, quien se declaraba bisexual y con novio, y que tenía una gran obsesión a la hora de echarse desodorante.

Y paulatinamente comenzó a hablarse de homosexualidad en los medios sin tanto tapujo ni misticismo. Salidas del armario como la de Jesús Vázquez, al que sacaron a escobazos por el famoso caso Arny, sirvió para ver que cualquier hijo de vecina podía ser gay, buen profesional y apañado. Ahora nos reímos con guasa de cuando Jesús Vázquez era hetero y ponía la quinta marcha, y mojaba las bragas de sus seguidoras mientras hacía montajes con Marlene Morreau. Pero su realidad era muy triste; en una ocasión llegó a decir que entonces se sentía como un mierda por engañar a todo el mundo haciendo un papel que no le corresponde. Pero desde entonces Jesús se volvió un gran activista LGBT, y que también se ha volcado y mucho con las personas con VIH, que son esos grandes estigmatizados dentro del colectivo LGBT. Que, por cierto, nunca está de más recordar que hay que protegerse a la hora de echar un cohete, que el virus sigue vivo, y que aunque ya se haya vuelto una enfermedad crónica no significa que no debamos luchar contra ella y prevenirla.

"Cuando lleguemos a casa, te voy a echar unas mechas que te vas a enterar..."
Hormigas blancas

Y luego llegarían los dosmiles, y con la difusión de las nuevas tecnologías, se comenzó a salir del armario más rápido y de manera más efectiva y visible gracias al testimonio de muchas personas anónimas y famosas que han hecho pública su homosexualidad. Y es que internet lo cambió todo, hasta la forma de decirle al mundo lo marica que eres, pues antes tenías que sentar a tus padres en un sillón, y ahora te grabas por el móvil y lo subes a Youtube. Porque, como cantaba Fangoria, si hasta Dios sabe lo tuyo, que se entere todo el mundo.

¡Feliz Orgullo!


Redactor freelance. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Máster en Publicidad y Márketing.

3 thoughts on “Yo fui un mariquita adolescente en los 90

  1. Gracias Miguel! un excelente articulo. Yo tenia la imagen de los bares de ambiente que comentas, hasta que los conoci… 😉

  2. Yo soy millenial y creo que el personaje que más se metió en nuestras cabezas fue Mauri. En aquí no hay quien viva se rompieron un montón de tópicos y prejuicios de una manera amena y cómica y ayudo en la normalización de muchos debates de la época (matrimonio gay, adopción, vientre de alquiler…)

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