La Herencia de la Tía Ágata: enseñando a los niños a matar por dinero

Con la excusa de Halloween seguimos hablando de temas de «mucho crimen y mucha cosa», que dijo María José Cantudo,  recordando en esta ocasión un juego de mesa que hizo furor en la década de los 90 (¿te has hecho ya con tu libro de ‘No me toques los 90’? ¡Pues hablo de este y otros juegos!) y que se anunciaba en televisión tal que así (pero con otro doblaje que no he encontrado).

Bajo la marca MB, ‘La herencia de Tía Agatha’ era algo así como un primo hermano del Cluedo (o del Misterio) que se parece a éste, pero que nada tiene que ver. Así, con mucha verborrea, nos encontramos que la querida Tía Agatha ha muerto sin dejar heredero a su cuantiosa fortuna, y ahora, todos quieren hacerse con ella. Desde su peluquera, una pelirroja macarra que masca chicle, a su novio, su profesor de tenis -un guaperas que se parece a Jorge Juste- o hasta su gato. Y también su chófer, su mejor amiga, su cocinero o su doctora. ¡Menuda panda de ratas que tenía a su alrededor la viejecita que antaño fue ganadora del concurso Miss Playa Brighton!

Como si fuese el parchís, el objetivo es ir «comiéndote» a tus adversarios haciéndoles caer en trampas, como una chimenea que te tira al fuego, despeñándoles una lámpara o una estatua encima, o arrojándole escaleras abajo. Para ello debías mover las fichas del rival hasta la casilla adecuada y tener la carta que te permita accionar la trampa; fácil. Además, ¿qué mejor motivo que acabar con la vida de tus colegas que por un fajo de billetes? 

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Señoras que asesinan para heredar a la tía Ágata

Además, a lo largo del juego podían aparecer casillas de detective, un peón que está fuera de la casa y que avanza poco a poco: si cuando llegue a la mansión de Agatha es uno de tus personajes el que está en el cuadro de heredero, ganarás. Y si el que está en el cuadro no eres tú, ya sabes a quién tienes que intentar cargarte.

Sin duda, lo mejor de este juego era su decorado, que había que montar con cartones, mueblecitos de plástico y un montón de cucadas, sin las cuales también se podía jugar, pero perdía parte del encanto. Eso sí, es una faena que se te perdiese alguna de las pinzas que se necesitaban para montar la cara, o que se rompiese la gomilla de la lámpara. Pero hay que decir que matar al contrario tirándole la lámpara, la estatua de la armadura o lanzarlo desde arriba de la estantería era una gozada, y le daba mucha vidilla respecto a una muerte «normal», de esas que consisten en retirar la ficha y ya está.

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¿No se parece a Jorge Juste?

En la versión original, este juego se llamaba ’13  Dead End Drive’, y curiosamente en las instrucciones -al menos, en la edición que yo tenía y que aún conservo- venía con ese nombre, aunque el resto fuese todo en castellano. Como suele ser habitual, con los años, el juego fue haciéndose más pequeño, en cajas más llevaderas, y al tiempo incluso se rediseñó a los personajes. Pero pasa como cuando juegas a un moderno ‘Quién es quién’ y ves raras las caras de los que juegan. Que es lo mismo, pero no es lo mismo.

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¡Todos a matar a la doncella!

 

Fotos: Comimagine.es

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Redactor freelance. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Máster en Publicidad y Márketing.

5 thoughts on “La Herencia de la Tía Ágata: enseñando a los niños a matar por dinero

  1. Yo lo tengo (es mi juego de mesa «de juguetería» preferido de todos los tiempos) y en la parte interior de las tapas de la caja vienen biografías de los personajes, y resulta que ¡el tenista se llama Jorge!

  2. Lo tengo!! Está en casa de mis padres, pero en cuanto pueda me lo traigo a mi casa. Me ENCANTABA el juego, sobre todo montar la casa y todos sus detalles.

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