Roberta Marrero y La Veneno, dos autobiografías diferentes (e iguales)

De manera casi simultánea dos artistas multidisciplinares han sacado un libro contando sus memorias, y casualmente en la misma semana me he leído ambas: las de la malograda Cristina Ortiz, La Veneno (‘Ni puta ni santa‘, coescritas con la periodista Valeria Vegas) y las de Roberta Marrero (‘El bebé verde‘, de Lungwer Editores). Ortiz y Marrero tienen en común el haber salido en programas de televisión, el haber hecho incursiones en el mundo discográfico, el haber trabajado como actrices o el ser transexuales.

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Yo tengo la tercera edición

En concreto, esta última condición, la de la transexualidad, ha marcado la vida de ambas, que tienen el común el haberse criado en entornos lejanos a las grandes ciudades (La Veneno en Adra y Roberta en Gran Canaria) con una familia que no acaba de comprender que aunque el médico les dijo «ha sido niño», en realidad tuvieron sendas niñas. En ese sentido, se te cae el alma a los pies al leer cómo a Cristina la madre la trataba con la punta del pie, dejándola fuera de la casa por no ser el macho alfa que se esperaba de ella. O cómo a Roberta le pidieron que se cortase el pelo para ir despedirse de su madre enferma -la misma que una vez le llamó maricón, insulto que se le clavó de por vida-, o cómo su padre, que falleció cuando ella era ya una mujer adulta, jamás la trató con su nombre y género adecuado. Por no hablar de las agresiones que ambas sufrieron en el colegio o en el pueblo por el simple hecho de no ser los hombres que alguien esperaba de ellos.

Empecemos por ‘Ni puta ni santa’, de la que ya conocemos muchos spoilers por todo lo que se ha publicado, especialmente a raíz de la defunción de La Veneno. Nos encontramos con un chiquillo del pueblo de Adra, en Almería, llamado Joselito, que se sabe diferente pero que no sabe realmente qué le pasa, ni por qué no es igual que los demás. Dado como era el personaje que proyectaba La Veneno uno puede pensar que con sus memorias se va a echar unas risas, pero no; estas son básicamente un drama como el castillo de HeMan de grande, aunque ella se esforzaba en tiznarlo todo de humor, o de quitar hierro al asunto.

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La Veneno con una flor a lo Elsa Baeza

Mientras que Roberta Marrero ya tenía plena consciencia de que era una niña desde bien pequeña, La Veneno no lo asimiló hasta cerca de los 30, cuando en Madrid se cruzó con una transexual que le hizo darse cuenta de lo quien realmente era ella misma. De ‘Ni puta ni santa’ a priori podría parecer especialmente interesante la parte profesional de La Veneno, ya sea como prostituta -brutal su narración de cuando le pegó una paliza a otra compañera porque le faltó el respeto y luego se hicieron íntimas- o como estrella mediática, con su paso por ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’ y demás. Sin embargo, yo me quedo con la gran soledad que toreaba día sí día también, y su mal ojo para encontrar un amor correspondido.

Es una pena que el libro de Cristina sea autoeditado -y del que solo falta por salir una última y definitiva tirada de ejemplares- y no llegue a un gran público entiendas, pues ayuda a ver la realidad de las personas transexuales hace un par de décadas, cuando el sida hacía estragos en aquellas que como La Veneno tenían la prostitución como única salida laboral. De hecho, a mí se me cortó el cuerpo cuando cuenta su despedida de una amiga muy enferma porque desarrolló el sida, y esta, en su lecho de muerte, le dejó en herencia la esquina en la que hacía la calle y su nombre de guerra, Cristina -pues la Ortiz primero se autobautizó como Tania-. En definitiva, es la historia de una chica trans que no recibió ningún tipo de formación en su vida, trabajando desde los trece años, y a la que esa ignorancia le pasó factura por no saber llevar adecuadamente las riendas ni de su vida ni de su trabajo.

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Gracias al libro descubrí que Veneno pa tu piel está compuesto por ASAP, los de «Eres la bomba, nena»

Eso sí, como era de esperar, también hay lugar para la risa, con la forma en narrar batallitas que te dejan con la boca abierta, y con narraciones más o menos normales que luego acaban con una frase de síntesis tipo «total, que se comieron un cazo de mierda», como cuando habla de que el dúo cómico Las Veneno quiso denunciarla por tener nombres artísticos similares.

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Con ‘El Bebé Verde’ nos encontramos unas memorias narradas radicalmente diferentes a las de La Veneno, con la autora, Roberta Marrero, contando su vida y reflexiones a través de ilustraciones hechas por ella misma, lo mismo para contarte el aprecio que le tenía a su tía la sepulturera que para decir cómo admiraba y admira a Boy George, Ed Wood Jr o a su prima Nini.

El título del libro, ‘El bebé verde’, tiene un porqué; Roberta vino al mundo ya sufriendo, tanto que tenía un aspecto verdoso y por ello pasó varios días en una incubadora. Un color que ya hacía ver que sería un tanto marciana, al menos según los cánones establecidos.

A través de sus páginas, Roberta cuenta lo mal que lo ha pasado con la familia, los amigos o el amor, pero a pesar de todo no se muestra como una víctima, sino simplemente como una narradora testigo que dice que las cosas han sido así y punto.

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Pese a que Roberta y Cristina son transexuales, son diferentes como la noche y el día, y mientras La Veneno era bastante inculta la Marrero era una devoradora de libros y de material audiovisual desde pequeña, y eso precisamente le ayudó a ser conocedora de su transexualidad, y darse cuenta desde bien pronto, por ejemplo, que el maquillarse los ojos no es exclusivamente de mujeres. Que no era tan rara, ni la única. Pero que al asimilar que es una mujer transexual el mundo se le vino un poco encima con las estadísticas en la mano, por la edad media a la que suelen morir las que son como ellas, los altos índices de suicidio, la baja formación que suelen tener o el gran porcentaje que se dedica a hacer la calle, como La Veneno.

roberta-marrera-el-bebe-verdeDe todos los capítulos y reflexiones el que más me ha dado un pellizco ha sido el dedicado a su amiga Susi, Susi Pop, La Verdadera Nancy Rubia de Las Nancys Rubias. Otra chica transexual que solo buscaba el amor, un hombre que se pasease de su mano sin avergonzarse, y que no lo llegó a encontrar. Por ello, un día que se sintió especialmente sola, decidió mandarlo todo al carajo saltando por el Puente de Segovia de Madrid. Y al igual que ha pasado ahora con La Veneno, a quien querían ponerle Joselito en la lápida, a Susi la llamaron Jesús durante su funeral, dejando patente que las personas transexuales son muchísimas veces auténticas desconocidas para su familia.

Igualmente me llama la atención que, pese a haber trabajado en el mundo de la farándula en proyectos más que exitosos -llegó a prestar su servicio de DJ en El Baile de la Rosa de Mónaco, por ejemplo- Roberta obvia su lado profesional y se centra exclusivamente en el humano, dejando un libro -este sí- que ya está en todas las librerías y que puede servir para abrir muchas mentalidades, y que ella misma habría querido que leyesen sus padres cuando ella era pequeña.

Y cierro este post recomendando otro libro más que acaba de salir hace muy poquito -y que aún no he acabado-, ‘Infancia y transexualidad‘, del profesor universitario Juan Gavilán. Un hombre que te quedas embobado oyéndolo hablar del tema -yo asistí a la presentación del libro en Málaga-, el cual empezó a trabajar casi sin buscarlo con menores transexuales y que ha escrito el primer libro dedicado exclusivamente a este tema, y que da un soplo de esperanza para todos esos niños que ya han nacido y que desde los dos años en algunos casos tienen claro que no son lo que el doctor dijo a los padres que habían tenido.


Redactor freelance. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Máster en Publicidad y Márketing.

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